5 razones para detenerse en la playa de La Concha

Más que una playa es un emblema. El símbolo de una ciudad que mira permanentemente al Cantábrico. 

La Concha, un motivo de peso para visitar San Sebastián
La estampa más bella en la que intervienen los elementos justos y adecuados. El azul del mar. Un interminable arenal. Un paseo vivo y repleto de fuerza. El verde de la isla de Santa Clara y de los montes que abrigan semejante espectáculo: Igueldo y Urgull. Y todo rematado con una blanca e inmaculada barandilla. Pero no una barandilla cualquiera que simplemente separa la acera de la arena. Otro símbolo que pone la guiña al pastel. El cuadro perfecto. La postal soñada. Es La Concha. Una de las playas urbanas más bellas de todo el mundo. Santo y seña de San Sebastián. Un lugar repleto de curiosidades y de alicientes para detenerse. Para caminar por su kilómetro y medio de extensión. Para saborear cada instante. 

San Sebastián es un destino ideal para una escapada y la playa de La Concha es su visita más imprescindible. Es la arteria que permite perderse por otros rincones mágicos como los montes Igueldo y Urgull, el Peine del Viento, el palacio de Miramar o la vecina playa de Ondarreta. Precisamente el monte Igueldo es uno de los lugares más motivadores para alojarse y tener siempre presente la vista relajante y motivadora del Cantábrico. Esto es posible en el hotel Mercure San Sebastián Monte Igueldo, situado junto al curioso parque de atracciones de esta atalaya de la capital donostiarra. Una ciudad donde una y mil veces apetecerá pasear por La Concha. Mil no, pero sí vamos a repasar cinco razones de peso para hacerlo. 
La Concha, un motivo de peso para visitar San Sebastián 
San Sebastián es un destino ideal para una escapada y la playa de La Concha es su visita más imprescindible. Es la arteria que permite perderse por otros rincones mágicos como los montes Igueldo y Urgull, el Peine del Viento, el palacio de Miramar o la vecina playa de Ondarreta. Precisamente el monte Igueldo es uno de los lugares más motivadores para alojarse y tener siempre presente la vista relajante y motivadora del Cantábrico. Esto es posible en el hotel Mercure San Sebastián Monte Igueldo, situado junto al curioso parque de atracciones de esta atalaya de la capital donostiarra. Una ciudad donde una y mil veces apetecerá pasear por La Concha. Mil no, pero sí vamos a repasar cinco razones de peso para hacerlo. 
Contemplar su barandilla y descubrir las curiosidades de su historia 
La barandilla de La Concha es tan popular como la propia playa. Una no se puede entender si la otra. Siempre impecablemente pintada, sirve como telón de fondo para un sinfín de fotografías. Su origen se remonta a 1910, cuando se aprovechó la llegada de la reina Isabel II para hacer un paseo marítimo y colocar la famosa barandilla. Se ha reparado en varias ocasiones ya que, como es lógico, el paso del tiempo y los temporales hacen mella en esta joya. Como curiosidades, cabe destacar que un trozo está colocado en la localidad de Sitges, como símbolo de hermanamiento. También que su diseño es uniforme salvo en un pequeño tramo que cambia, es el correspondiente al lugar donde se ubicaba la Caseta Real. Además, existe una pequeña parte que está mirando al revés, no se sabe si por un guiño o por un descuido. 
Es la mejor y más bella, pero no la única 

La popularidad es lo que tiene. La Concha eclipsa por su indudable belleza. En ocasiones parece que no existen más playas en San Sebastián, pero no es así. Casi como una prolongación de este arenal aparece a playa de Ondarreta y el agradable paseo del mismo nombre. Es conocida como la de “las piedras”. Estos incómodos “intrusos” son muy aficionados a “conquistar” el arenal y, una vez finalizada la temporada de verano, son retirados para que su acumulación no sea masiva. La terna de playas donostiarras se completa con la de Zurriola, la más salvaje y muy del gusto de los surfistas.   
El pico del Loro, sin loro ni oro
La Concha deja de ser La Concha y se convierte en la playa de Ondarreta en un pequeño peñón que se extiende delante del palacio de Miramar. Es conocido popularmente como el pico del Loro o pico del Oro. Los nombres suenan muy evocadores, pero en este lugar no hubo ni loros ni oro. Su nombre correcto es el peñón de Loretopea, donde hasta 1876 había una ermita dedicada a la Virgen de Loreto.  
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