Caminando por la Lisboa de Fernando Pessoa y sus versos

“Amo estas plazuelas solitarias, intercaladas entre calles de poco tránsito, y sin más tránsito, ellas mismas, que las calles”

Conociendo lisboa con fernanso pessoa
Estamos en el Chiado. El barrio, su barrio. Allí espera el poeta. Sentado con las piernas cruzadas y el sombrero perfectamente colocado. Delante de su cafetería fetiche, A Brasileira. Hablamos, como no podía ser de otra forma, de Fernando Pessoa. Santo y seña de la capital lisboeta. El mejor guía para adentrarse en una ciudad que cautiva. Lo hace por los sentimientos que transmite: nostalgia, quietud, melancolía, desasosiego y la ‘saudade’ de la que siempre hablan los portugueses. Pero también por su belleza innata. La juventud de lo viejo. La elegancia de lo decadente

Caminar por Lisboa de la mano de Fernando Pessoa es hacerlo por su barrio. El Chiado conserva gran parte de la esencia de la ciudad. El autor amaba las plazuelas solitarias, pero también hay que dejarse perder por las que tienen un bullicio sostenido y agradable. Por ejemplo, la dedicada a otro grande las letras lusas, Luís de Camoes.  

“Son las calles antiguas con otra gente, hoy las mismas calles diferentes; son personas muertas que me están hablando, a través de la transparencia de la falta de ellas hoy; son remordimientos de lo que hice o no hice, ruidos de regatos de noche, ruidos allá abajo, en la casa quieta”. El Chiado es para perderse sin rumbo por sus calles antiguas. Tarde o temprano aparecerá una de las joyas del barrio, el Convento do Carmo. Sus ruinas dan una idea de su majestuosidad. Otra víctima del trágico terremoto de 1755 que devastó la ciudad. 

Sin apenas percibirlo y en continua ascensión por sus empinadas calles, el Chiado se convierte en el Barrio Alto. “El viento, alto en su elemento, me hace más solo. No me estoy lamentando, él se tiene que lamentar”. En el Barrio Alto sopla el viento, o la brisa condimentada con los toques dulces del Tajo y los salados del Atlántico. Sopla en dos miradores imprescindibles para disfrutar de unas excelentes panorámicas, el de San Pedro de Alcántara y el de Santa Catarina. 
Alfama, miradores, callejuelas y la esencia de Lisboa 
En una ruta por Lisboa tampoco puede faltar Alfama. Es el barrio de los fados, el decadente y auténtico, el que mira continuamente al Tajo. “El Tajo es más bello que el río que corre por mi pueblo. Pero el Tajo no es más bello que el río que corre por mi pueblo. Porque el Tajo no es el río que corre por mi pueblo”. Pessoa también acompaña en este recorrido por Alfama, que puede comenzar a la orilla del río. En la plaza del Comercio, la misma que está abierta en uno de sus lados para que sirva de balcón al río que se muere kilómetros más adelante en el Atlántico. Pero Alfama son sus miradores, el que ofrece el infranqueable castillo de San Jorge, pero también los de Santa Luzia, Graça y Nossa Senhora do Monte, el más alto y privilegiado. 

“Mi paseo callado es una conversación continua, y todos nosotros, hombres, casas, piedras, letreros y cielo, somos una gran multitud amiga, que se codea con palabras en la gran procesión del destino”. Lisboa es una conversación continua. Un paseo interminable. Da igual que sea el Chiado, Alfama, el Barrio Alto o la Baixa. Tiene mucho y bueno que ofrecer. También su cara más moderna, como el Parque de las Naciones o la zona en la que está ubicado el Mercure Lisboa Hotel, una opción moderna y cómoda para vivir una escapada diferente y a una capital diferente. 

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